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Francisco Arias Solís

LA CUANTIFICACION DE LA LIBERTAD POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

LA CUANTIFICACION DE LA LIBERTAD “Marchad, marchemos, marchad, abriendo al par los caminos que van a la libertad.”

Rafael Alberti.

 UNA MEDICION APROXIMADA DE LA LIBERTAD PUEDE HACERLA TODO EL MUNDO. 

¿Cómo se mide la libertad? ¿Cuánta hay en cada situación personal o colectiva? Se dirá que hablar de la libertad es muy vago; que lo que hay es libertades en plural. Adelantaré mi opinión de que, siendo esto muy cierto, está contrapesado por el hecho de que las libertades son sistemáticas, referidas unas a otras, apoyadas unas en otras; es decir, que hay un sistema de las libertades, de manera que o hay libertad o no la hay; o en términos menos extremados y más realistas, hay poca o mucha libertad, que se articula en cada caso en libertades plurales. Tiene, pues, perfecto sentido la cuantificación de la libertad, su mensuración.

 

Los que no gustan mucho de la libertad suelen descalificar las que se gozan en los países democráticos: dicen que esas libertades son “formales”, y las contraponen a otras, que llaman “reales”.

 

Es una curiosa idea de la realidad la que considera que la forma no le pertenece, y supone que las libertades que informan una sociedad y una manera de vivir no son “reales”. La libertad de expresión, de asociación, de elección de los gobernantes, de residencia, de desplazamiento dentro del país, de salida de él y regreso, de petición, de crítica, de elección de profesión, ¿no son reales?

 

Un par de observaciones urgentes. La primera: que si no hay libertades formales no hay ninguna libertad; ni siquiera la de pedirla, la de decir que falta, la de quejarse. Son las libertades formales las primeras, la condición de que puedan reivindicarse las demás, de que se pueda intentar conseguirlas. La segunda observación es que para que haya libertades económicas tiene que haber recursos. Las libertades económicas son posibles cuando los individuos disponen de medios para el acceso a los bienes económicos, cuando pueden participar de la riqueza y así realizar las libertades formales. Se dice, y no sin razón, que en la extrema pobreza -no digamos en la miseria- las libertades formales no son efectivas no tienen verdadera realidad. Así es, y por tanto interesa el aumento de la riqueza, unido a las “libertades formales” que hacen posible el acceso a ella, la participación en ella de todos los hombres y mujeres.

 

La consecuencia inevitable es que un sistema que reduce la creación de riqueza, que compromete o disminuye la productividad, anula las “libertades reales”, reduce a los hombres a un nivel económico inferior en que no es posible la realización plena del sistema de las libertades.

 

Una cuantificación metódica de las libertades es compleja y difícil, y por supuesto no está al alcance de cualquiera. Pero una medición aproximada de la libertad puede hacerla todo el mundo, y en pocos minutos de reflexión, con la precisión suficiente para no errar, para no engañarse en la conducta práctica, para poder valorar rectamente las expectativas. Basta con hacerse -de ser posible a solas, en silencio, sin consultar con nadie, haciendo acopio de sinceridad- tres preguntas. ¿Cuáles? Estas: ¿Qué  puedo hacer? ¿Qué no puedo hacer? ¿Qué me pueden hacer? Las respuestas a esas preguntas componen una imagen adecuada al estado real de la libertad en una situación determinada.

 

A las primeras contesta, naturalmente, la lista o catálogo de las libertades “formales”, los derechos reconocidos y establecidos en las leyes: libertades jurídicas, políticas, religiosas, de expresión, asociación, enseñanza, investigación, desplazamiento, etc. Pero no menos que esa lista es esencial la de los recursos de todo tipo que la hacen posibles: libertad de expresión y publicación si sé expresarme y escribir; libertad de desplazamiento si tengo dinero para viajar, libertad de enseñanza si tengo escuela, libertad de trabajo si puedo encontrar un empleo...

 

La segunda pregunta se refiere, por lo pronto, a las prohibiciones. Tal vez no puedo elegir a mis gobernantes; acaso no puedo afiliarme a un partido a mi gusto, porque no hay más que uno; o no puedo sindicarme; puede estar prohibido viajar a otra ciudad sin permiso oficial, o salir al extranjero; o publicar lo que se me antoje; o leer los libros y periódicos que me interesen; o reunirme con quien me plazca; o criticar a los ministros; o elegir mi profesión; o cultivar la literatura, la filosofía, el arte según mis personales preferencias. Pero hay que agregar otras formas de no poder hacer: porque no sé leer o escribir; porque cuando voy al mercado, mis bolsillos están vacíos; porque no dispongo de servicios sanitarios que curen mis enfermedades o remedien, hasta donde es posible, mis defectos; porque estoy abandonado en la enfermedad, el desempleo o la vejez.

 

La tercera pregunta, finalmente, es sumamente delicada, y casi siempre se pasa por alto. ¿Qué me pueden hacer? ¿Qué garantías tengo de que mis derechos sean respetados, y si alguien los viola podré recurrir eficazmente? ¿Me pueden matar, detener sin motivo, encarcelar sin proceso, torturar? ¿Me pueden secuestrar, herir, golpear, robar? ¿Me pueden privar de mi nacionalidad, de mis derechos civiles , de mi pasaporte, de mi puesto de trabajo? ¿Me pueden deportar, confinar, desterrar por una decisión arbitraria? ¿Me pueden denunciar impunemente? ¿Me pueden obligar a aceptar un partido, un sindicato, una religión, una ideología, un caudillo indiscutible? ¿Me pueden castigar o despreciar o excluir por mi raza., el color de mi piel, mi sexo, mis creencias?

 

Por último, otra pregunta: ¿Cuánta será la libertad en España al terminar el primer decenio del  siglo XXI? ¿Qué podré hacer, qué no podré hacer, qué me podrán hacer? El horizonte presenta no pocas nubes; pero una cosa me alienta y me sirve de consuelo: la respuesta a esas tres preguntas dependerá de lo que hagamos ahora; y eso sí, podemos hacerlo. Y como dijo el poeta: “El futuro se gana / ganando la Libertad”.

 

Francisco Arias Solis
e-mail: aarias@arrakis.es
URL: http://www.arrakis.es/~aarias

  

La libertad no hace felices a los hombres, los hace sencillamente hombres.

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 Gracias.

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