RAMON J. SENDER POR FRANCISCO ARIAS SOLIS
Ramón José Sender Garcés nace en Chalamera de Cinca, provincia de Huesca, el 3 de febrero de 1901. Estudió en un colegio de religiosos en Reus. A los diecisiete años, ya terminado el Bachiller Sender se escapó de casa y se fue a Madrid. Solo y sin dinero pasó los mayores apuros de su vida hasta el punto de verse obligado a dormir en un banco del Retiro durante tres meses. Se lavaba en una fuente del parque y en las duchas del Ateneo, a donde iba diariamente a leer y escribir. Más tarde se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid. Fue soldado en Marruecos y posteriormente colaboró en los periódicos El Sol, La Libertad, Solidaridad Obrera, El Socialista y en numerosas revistas, como Octubre, Línea, Ayuda, Las Españas, etc. Liberal y anarquista es encarcelado en 1927, el mismo año en que obtuvo el premio “Lecturas” por su relato marroquí Una hoguera en la noche. En 1930 publica Imán, obra formidable de un soldado, escrita con sus propios recuerdos de la guerra de Marruecos. El protagonista de este libro de guerra, cuando regresa a su vida civil, hállase sin norte, sin ideales, sin salario, casi sin pueblo, porque ha sido transformado en pantano.
En 1933 ocurre un hecho fundamental que causa a Sender un malestar inconcebible: la represión sangrienta de Casas Viejas, pueblo de la provincia de Cádiz, donde unos jornaleros se habían sublevado. Arriesgando la vida, Ramón J. Sender fue a Casas Viejas pocos días después, se informó detalladamente de los hechos y los denunció duramente, con la crudeza de la verdad, en una serie de artículos que se publicaron en La Libertad y luego en el libro Viaje a la aldea del crimen (1934). La denuncia tuvo serias repercusiones y el Gobierno de Azaña tuvo que dimitir. En 1935 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura por su novela histórica Mr. Whit en el cantón.
Atraído en primera instancia por el partido comunista, del que se fue apartando progresivamente, Ramón J. Sender hubo de vivir por este motivo unos momentos especialmente trágicos durante los primeros meses de la rebelión militar de 1936. Por una parte sufrió persecución por parte de la derecha sublevada, quien se ensañó con su hermano Manuel -alcalde de Huesca- y su esposa Amparo, pero por otra también de los mandos comunistas.
Poco más tarde, el Gobierno republicano encomienda a Sender misiones en América. En 1938 se exilia en Francia y posteriormente en México y Estados Unidos. Fue profesor en universidades de Nuevo México y California. En 1974 y 1976 pudo regresar fugazmente a España. Dos años antes de su muerte recuperó su nacionalidad española. Ramón J. Sender muere en San Diego, California, el 16 de enero de 1982.
Su obra más cerrada y acabada es una novelita corta, Réquiem por un campesino español. Libro sencillo, expresivo y conmovedor, relata, más allá de planfletarismos o partidismos, la historia de un sacerdote, el cual queriendo salvar a un joven del pueblo en los comienzos de la guerra, no consigue evitar la ejecución.
Otras novelas importantes son: Siete domingos rojos, Viaje a la aldea del crimen, Epitalamio de Prieto Trinidad, Contraataque, Proverbio de la muerte, El lugar de un hombre, El verdugo afable, Ariadna, Bizancio, La tesis de Nancy, La luna de los perros, Crónica del alba, Tánit, En la vida de Ignacio Morell y La mirada inmóvil. Ha escrito también muchos ensayos: Teatro de masas, Examen de ingenios: los noventayochos, Valle-Inclán y la dificultad de la tragedia, Ver y no ver y Ensayos de otro mundo. Sender nos sorprende al doblar su vida el medio siglo con un libro de versos, Libro armilar de poesías y memorias bisiestas que incluye en su totalidad, su primer libro poético, Las imágenes migratorias, publicado en México en 1960. “Hay poetas -nos decía Sender- como esas campanas en las que sólo les va bien el toque del alba. Son los que a mí más me gustan”.Ramón J. Sender toca todos los temas con una gran maestría, teniendo en su haber grandes y pequeñas obras, algunas de una rara perfección.
Este escritor fecundo y variado, con una gran fuerza narrativa, y un sobrio estilo realista, declaraba en 1974: “En un sentido político, yo no entiendo nada. Como no pertenezco a ninguna organización, a ningún partido, ni tengo la menor ambición de ser gobernador civil ni ministro, me parece que no hay lugar para hablar de esas cosas...”
Francisco Arias Solis
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