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Francisco Arias Solís

ROSARIO DE ACUÑA POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

ROSARIO DE ACUÑA (1851-1923) “¡Lágrima abrasadora que has brotado en los umbrales de mi edad primera! tu amargo manantial no fue secado,  y presiento que en mi edad postrera aún tu ardiente raudal no esté agotado.”

Rosario de Acuña.

 
LA VOZ EN EL MAR DE LOS OLVIDOS
 

Como tantas otras escritoras del siglo XIX, Rosario de Acuña inició su carrera con un libro de poesía, aunque el género con el que triunfó fue otro, el teatro. Pese a que abandonara luego la poesía lírica, manifestaba habilidad en la reelaboración del tópico romántico de las ilusiones perdidas en “La última esperanza”. En el juego de imágenes de luz y sombra, el predominio de la sombra y la debilidad de la luz sugiere cómo la fuerza de la ilusión, proyección utópica del alma en las primeras románticas (siguiendo a Espronceda), se agota para esta poetisa, que pronostica la muerte del corazón de un modo positivista. Al mismo tiempo y paralelamente, este poema se puede leer como un lamento por la pérdida de la fe en una escritora que pronto se dará a conocer como librepensadora.

 

Rosario de Acuña y Villanueva de la Iglesia nació en Madrid el 1 de noviembre de 1851. Hija de familia aristocrática, de la que heredó el título de “condesa de Acuña”, que nunca utilizó. Desde la infancia padecía de graves problemas de visión. Rosario fue educada en un convento. Cuando salió, viajó por Portugal y Francia, y estuvo durante varios meses en Roma con su tío, el embajador Antonio Benavidez. Su primera publicación, La vuelta de una golondrina, salió en 1875, y fue seguida un año más tarde por la colección de poesía Ecos del alma, en ese mismo año se casó con Carlos de Lamo y Jiménez y estrenó su primera obra dramática, Rienzi el Tribuno (drama trágico que es un alegato contra la tiranía, inscrito en la corriente renovadora del teatro historicista romántico), en Madrid y en el teatro del Circo. Rosario de Acuña sigue escribiendo para el teatro con gran éxito, y también publica poesía cómica y tratados sobre la naturaleza y la vida rural. “Ella ha abordado todos los géneros de la literatura -decía Benito Pérez Galdós-, la tragedia, el drama histórico, la poesía lírica, el cuento, la novela corta, el episodio, la biografía, el pequeño poema, el artículo filosófico, político y social y la propaganda revolucionaria”. En 1880 su Tribunales de venganza se estrenó en el Teatro Español de Madrid. Se separó pronto de su marido y se rodeó de librepensadores y masones, colaborando en Las Dominicales de Librepensamiento en 1885 e ingresando en la logia masona alicantina Constante Alona como Hipatía. En 1882, empieza a hacer públicas sus ideas en una revista específicamente femenina, El Correo de la Moda.

 

Tiene mucho éxito en el teatro, ya que fue la segunda mujer en estrenar en el Teatro Español de Madrid. Rosario de Acuña fue la primera mujer invitada a dar una conferencia en el Ateneo de Madrid. Sin embargo, después de la representación en 1891 de su drama El padre Juan, la actitud hostil de las instituciones oficiales hizo difícil su vida social y literaria en Madrid y se fue a vivir a Pinto donde tenía una finca, en la que celebraba frecuentes reuniones. Ya se había quedado casi ciega. En 1911 dos estudiantes norteamericanas matriculadas en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid son apedreadas por los estudiantes varones publica un artículo en L’Internationale de París, titulado; “Los chicos de la Facultad de Letras, son hijos de dos faldas, las de su madre y las del confesor”, este es reproducido en El Progreso de Barcelona. Se cierran todas las facultades españolas ante tal ofensa hacia los estudiantes y Acción Católica presenta una querella criminal contra la escritora. Se va a Portugal y tras cuatro años de exilio, el rey la indulta a petición del conde de Romanones. Ya en España se va a vivir a Gijón donde reside hasta su muerte, acaecida el 5 de mayo de 1923. “Dichosa usted, señora -escribía el dramaturgo Manuel Tamayo y Bauss- que puede brillar entre los hombres por su talento, y entre las mujeres por su bondad”.

 

Otros títulos de obras suyas son: La herencia de las fieras o Misterios de un granero, El pedazo de oro, El cazador de oso, Amor a la patria (drama trágico en un acto y en verso), Morirse a tiempo, Tiempo perdido, El lujo en los pueblos rurales, Influencia de la vida del campo en la familia, La siesta (colección de artículos), Sentir y pensar, Lecturas instructivas para los niños, El crimen de la calle Fuencarral,  Odia el delito y compadece al delincuente, La voz de la patria, Avicultura (colección de artículos), Cosas mías, Carta a un voluntario español en el ejército francés en la Gran Guerra (1914-1918), España, El país del Sol, El enemigo de la muerte y El secreto de la abuela Justa.

 

Durante la dictadura franquista Rosario de Acuña fue abandonada al mar de los olvidos, su nombre fue suprimido de las calles de muchas ciudades españolas. Gijón supo guardar su nombre en una lápida en el Cementerio Civil y unas manos anónimas que nunca faltaron cada primero de Mayo para dejarle flores en su tumba, manteniendo hasta hoy encendida la memoria de la ilustre escritora y poetisa.

 En su poema “La primera lágrima” Rosario de Acuña transforma uno de los elementos básicos del desahogo lírico en signo implacable de la crueldad de esta vida y el desvanecimiento de cualquier otra: “en tu esencia volará mi vida”, dice a la lágrima, “y en la mansión eterna del olvido / para siempre quedará dormida”. Para Acuña, las lacrimosas expansiones del alma ya no parecen muy adecuadas; en parte, por las razones que da en tono festivo -o no tan festivo- en “¡Poetisa!” Las dulces armonías, los suspiros y los llantos de la tradición femenina no le parecen en su tiempo señas de una identidad afirmativa de la mujer, sino objeto de sátira. A fin de cuentas, deja de escribir poesía lírica para no asumir aquella identidad. Y como dijo Rosario de Acuña: ¡Igualdad! ¡Casta virgen que aparece / revestida de mágicos fulgores, / y que ofrece a los hombres sus amores / mientras el alma en la ilusión se mece!” 

Francisco Arias Solis
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Gracias.

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