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Francisco Arias Solís

JUAN DE VALDES POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

JUAN DE VALDES (1490-1541)  “Puesto que os vi, merezco veros, que si, señora, no os vieranunca veros mereciera.”

Juan de Valdés.

 
LA VOZ DE UN NOTABLE HUMANISTA
 

De los hijos del regidor de Cuenca Fernando de Valdés -familia, al parecer, de origen asturiano establecida en Cuenca desde el siglo XII- son dos Alfonso y Juan, los que pertenecen a la historia literaria.

 

Juan de Valdés nació en Cuenca a fines del siglo XV, probablemente en 1490. Recientemente se ha descubierto que él y su hermano Alfonso, eran hermanos gemelos. Lo ha demostrado en 2004, Manuel Amores, al haber encontrado un testimonio de “Sancho Muñoz, vecino de Cuenca”, que al declarar como testigo en 1513, cuenta lo que le dijo Fernando de Valdés, padre de los escritores: “que tenía guardadas las camisicas en que habían salido envueltos sus dos hijos del vientre de su madre, de los que nacieron de una ventregada”, también hay testimonios de su gran parecido, incluso Erasmo los llamaba “gemellus”.  En 1523, Juan  se encuentra en Escalona, formando parte de la “servidumbre” del marqués de Villena, y allí se inició el camino de nuestro literato en la dirección de la heterodoxia de los alumbrados, lo que explicaría su adhesión muy condicionada al eramismo y el carácter peculiar de su reformismo religioso. Sus inquietudes religiosas, a medio camino entre el catolicismo y la heterodoxia luterana, tuvieron gran resonancia en Europa, hasta el punto de que se atribuyó al valdesianismo la ideología protestante en Italia.

 

Es posible que en estos mismos años se desarrollara en él el gusto por lo galano de la lengua, por las burlas, agudezas, anécdotas breves o chistes de corte elaborados sobre todo jugando vocablos de doble sentido.

 

En la Universidad de Alcalá, estuvo desde 1526 a 1530, dedicado al estudio de las lenguas clásicas. En 1529 se publica el Diálogo de Doctrina Christiana primera y única obra publicada en vida de Juan de Valdés, y que está considerada como un moderado catecismo erasmiano. El eramismo de Juan de Valdés resultó sospechoso a los celosos vigilantes de la ortodoxia y se le acusó de herejía por la Inquisición española, sufriendo dos procesos, en el segundo de los cuales ya no llegó a comparecer porque ya había abandonado España. En 1531 se encuentra en Roma, donde permanece hasta 1535, con excepción de una breve estancia en Nápoles, donde acudió a ocupar el cargo de archivero.

 

Los diversos intereses (religioso, político, gramático) están en todo momento presentes en este ilustre conquense, que es en Roma hombre de mundo y diplomático del saber estar, no desmereciendo en nada su bagaje cultural frente a los humanistas italianos. En Italia pudo constatar con agrado que el castellano era lengua muy conocida: “... en Italia tanto entre damas como entre caballeros se tiene por gentileza y galanía saber hablar castellano”, nos dice al principio del Diálogo de la lengua.

 

La actividad evangelizadora valdesiana en Nápoles se fue afirmando e intensificando de 1535 hasta 1541, año de la muerte de Juan Valdés. En 1545 se publica en Venecia Alfabeto cristiano, obra de la que se conserva la traducción italiana.

 Valdés fue en todo momento un educador, lo que le permitió tener verdaderos discípulos. La amistad aparece como tipo de relación valdesiana más frecuente, incluso con damas; la que le une con Giulia Gonzaga es particularmente entrañable. Según las declaraciones de sus discípulos, parece indudable que el hombre Valdés tuvo que ser fascinante, por el decoro de la persona, la afabilidad, el don de gentes, la caballerosidad, la capacidad de persuasión, la tolerancia. 

Valdés no se siente poeta, pero es un gran lector de poesía, y cita entre las mejores las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique. El valor literario del Diálogo de la lengua, pequeña joya del renacimiento español es muy superior al resto de la producción valdesiana. El uso consciente y responsable del castellano como lengua internacional se entiende en Valdés unido al cuidado de la forma. “Escribo como hablo -decía Juan de Valdés-; solamente tengo cuidado de usar vocablos que signifiquen bien lo que quiero decir, y dígolo cuanto más llanamente me es posible”. El Diálogo de la lengua ,  escrita hacia 1535, vio la luz por vez primera en el año 1736, en los Orígenes de la lengua española, de Mayans. La obra de Valdés se nos aparece como manifestación acabada de los ideales de la lengua y estilo propios del primer renacimiento español, tanto por la doctrina y observaciones que se contienen en ella como por el mismo tipo de lengua en que está escrita. Por otro lado, la curiosidad, la capacidad crítica y las notas de ironía que aparecen en ella muestran el espíritu humanista de su autor.

 

El descubrimiento del valor literario Valdés vino de parte protestante, sin embargo, la parte católica no quiso quedarse atrás en reconocer ecuánimemente sus méritos. Menéndez Pelayo no escatima alabanzas al estilo del Diálogo de la Lengua en su Historia de los heterodoxos españoles. Si bien el Diálogo de la lengua quedó prácticamente olvidado durante dos siglos. Y es que, como dijo el escritor conquense: “De estas aves su condición / es cantar con alegría / y de verlas en prisión / siento yo grave pasión / sin sentir nadie la mía”.

 

Francisco Arias Solis
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Gracias.

 

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