LOS ENEMIGOS DE LA LIBERTAD POR FRANCISCO ARIAS SOLIS
LOS ENEMIGOS DE LA LIBERTAD
“Que mi voz brille libre, letra a letra restregué contra el aire las palabras.Ah, las palabras. Alguien
heló los labios -bajo el sol- de España.”Blas de Otero.
TENEMOS LA LIBERTAD DE ELEGIR ENTRE TENERLA O PERDERLA He vivido una gran parte de mi vida en una situación de muy escasa libertad; en grandes porciones de ese tiempo, mínima. En este tipo de situaciones, las posibilidades que se ofrecen son pocas, y no muy agradables. La más fácil y frecuente es la entrega, la renuncia a la libertad. Otra consiste a la renuncia a la vida pública y el paso a la clandestinidad, desde la cual se lucha contra la opresión. Hay también una tercera: tomarse el máximo posible de libertad -pagando por ello el precio necesario-. Siempre queda un resto de libertad: la que uno se toma.Algo que me inquieta profundamente es la propensión a renunciar al ejercicio de la libertad tan pronto como es amenazada o restringida. Basta con que se diga que no hay libertad, o que hay menos, o que tiene riesgos, para que muchos concluyan que no se la puede usar. Es decir, lo contrario de lo que acabo de recordar.
En los momentos actuales, dada la desorientación que evidentemente padece, nuestro país, hay que buscar la orientación necesaria, indispensable si queremos seguir hacia adelante, con un único método posible: la libertad. ¿Qué quiere decir esto?
Cuando se produce una restricción de la libertad en cualquier punto, o una amenaza, o una presión más o menos disimulada, o una descalificación, hay que apresurarse a ejercer la libertad en todo, y no solo en ese punto afectado. La razón de esto es lo que se llama sistemas de las libertades, o el carácter sistemático de la libertad. Todas las libertades son caras o facetas o aspectos de la libertad, que es una e indivisible.
Los enemigos de la libertad -que son tantos, y a veces tan bien enmascarados- conocen muy bien la técnica. Se disminuye, cercena o anula (o desprestigia) una libertad; los que sienten la amenaza, se repliegan; los que no están directamente interesados en esa libertad, se encogen de hombros y dejan hacer. O bien se ataca la libertad perteneciente a un grupo social, profesión o estamento; los demás piensan que “no va con ellos” y no acuden en defensa de ese grupo ajeno, agredido o afrentado. Así se lleva a cabo la eliminación de la libertad “por partes”, y al cabo de algún tiempo, no queda ninguna para nadie. Que es lo que se trataba de demostrar.
Solo esto explica que en muchos países la libertad esté tan expuesta, parezca tan frágil, sufra tan frecuentes eclipses. Hay, sin embargo, la experiencia de algunos en que esto no ha ocurrido nunca o en algún fugaz momento excepcional, tras el cual la libertad rebrota y florece de nuevo. Depende de los ciudadanos pertenecer a uno o otro tipo de países. Quiero decir que tenemos libertad de elegir entre tenerla o perderla; al menos, de esforzarnos o no por conservarla o recobrarla.
En España, tras unos años de libertad sin restricciones y que prometía un largo incremento, es decir, que auguraba una dilatación de la vida, una ampliación del horizonte de posibilidades, una intensificación de los proyectos, se ha iniciado un proceso de involución que nos trae memorias poco agradables. Pero hay que decir que de hecho persisten las posibilidades de ejercer la libertad. Puede tener algunos inconvenientes, puede acarrear malas consecuencias -menores que durante cuarenta años anteriores, por supuesto-: pero esto no me parece razón suficiente para renunciar. Sobre todo, aparte de la repugnancia que se puede y debe sentir, porque esos inconvenientes son incomparablemente menos graves que los que trae consigo la disminución de la libertad.
Cuando hablo de restricciones de la libertad no me refiero exclusivamente a las que proceden del Poder público; incluyo en ellas las presiones de grupos, manifiestos, sarcasmos, vinculaciones, intencionadas con cosas que nada tienen que ver, interpretaciones peyorativas, execraciones en nombre de una autoridad que no se tiene.
En un régimen democrático -y el nuestro lo es, y lo seguirá siendo si no dimitimos-, la decisión está en manos de los ciudadanos. El estado de ánimo de muchos de ellos -no sé cuántos, pero su número es altísimo- es de fuerte descontento y decepción . Es evidente que estos ciudadanos tienen que decidir qué quieren para la conducción de los asuntos públicos. Por tanto, ello está en sus manos, y deberían expresar su descontento. Así es, pero un número considerable de ellos no lo creen, quiero decir que no creen que esté en sus manos, y esa creencia errónea significa que efectivamente no lo está. De ahí la profunda desorientación que se siente en torno.
Basta con rechazar esa convicción que se desliza insidiosamente en las mentes para que la libertad rebrote, para que cada uno vuelva a tomar posesión de sí mismo, de sus posibilidades y de su responsabilidad. Se trata de que cada español se pregunte qué quiere, y todavía más qué desea, y obre en consecuencia. Y como dijo el poeta: “Aquella voz, palabra y día / -oh, libertad- tienes y guardas / cuando te escucho, todavía / sonando a timbre de esperanza”.
Francisco Arias Solis
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Se ama la libertad como se ama y se necesita el aire, el pan y el amor.
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Gracias.
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