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Francisco Arias Solís

ERNESTINA DE CHAMPOURCIN POR FRANCISCO ARIAS SOLIS

 ERNESTINA DE CHAMPOURCIN (1905-1999) “Todos van, todos saben... Sólo yo no sé nada. Sólo yo me he quedado  abstraída y lejana.  soñando realidades  recogiendo distancias.”

Ernestina de Champourcín.

 
LA VOZ DE LA VOCACION LITERARIA
 

“Mi infancia y mi adolescencia constituyen el cielo verdaderamente intelectual de mi vida. Durante esos años he escrito y leído en serio, cómicamente en serio. Mis muñecas y mis allegados tuvieron que sufrir las exuberantes y acaparadoras primicias de mi vocación literaria”, nos dice Ernestina de Champourcín. Y añade: “Pero esto es historia antigua, mejor dicho, historieta. En la actualidad no puedo oír mi nombre, acompañado por el horrible calificativo de poetisa, sin sentir vivos deseos de desaparecer, cuando no de agredir al autor de la desdichada frase”.

 

Ernestina de Champourcín es una de las pocas autoras que aparecen en algunas de las antologías que se han hecho en nuestro país, y que no han sido realizadas en función del sexo como elemento diferenciador del resto de los escritores, lo que es síntoma evidente de salud literaria. A lo largo de la obra de Ernestina hay mucha poesía, mucha belleza, mucha autenticidad.

 

Ernestina de Champourcín, cuyo nombre real era Michels de Champourcín y Morán de Loredo, nació en Vitoria el 10 de julio de 1905. Pertenecía a una familia liberal acomodada por lo que recibió una buena educación. Sabía varios idiomas, gracias a lo cual después pudo hacer trabajos de traducción. Frecuentó desde la adolescencia la Residencia de Estudiantes y se hizo amiga de los poetas que por allí pululaban muchos de los cuales acabarían conformando el grueso de la generación del 27 a la que ella perteneció. Gerardo Diego la incluyó en la primera gran antología del 27, publicada en 1934. Participó en la creación del Liceo femenino, junto con otras intelectuales. Poco después de la rebelión militar de julio, en noviembre de 1936, contrae matrimonio con el poeta Juan José Domenchina, que fue secretario del presidente de la Segunda República, Manuel Azaña. A causa de la guerra civil, primeramente se traslada de Madrid a Valencia, y, finalmente, fija su residencia en Barcelona. Colabora en la revista cultural Hora de España, en ella publica un emotivo poema: “La noche para siempre, la noche con su esquivo / y vacilante rumbo. Nada puede ya el lino / de mis manos abiertas ni su apoyo tendido / en el rastro borroso de tu andar indeciso. / Nada puede mi voz contra el áspero frío / que inundando tus ojos te aisla de lo vivo / y te roba la gracia del paisaje encendido / del horizonte en fiesta donde todo es camino. / ¡No te queda más ruta que la que va a ti mismo!”. Al final de la guerra pasó la frontera buscando refugio en Francia. En junio de 1939 llegó a México. Volvió a España en 1972. Ernestina de Champourcín murió en Madrid el 27 de marzo de 1999.

 Poeta precoz, sus primeros versos demostraron una clara influencia de Juan Ramón Jiménez, para evolucionar después hacia una poética delicada y sugestiva en la que es perceptible una poso de melancolía. Su primer poemario fue En silencio (1926) y le sucederían Ahora, La voz en el viento, Cántico inútil, La casa de enfrente, Presencia a oscuras, El nombre que me diste, Cárcel de los sentidos, Cartas cerradas, Hai-Kais espirituales, Poemas del ser y del estar, Primer exilio, el ensayo La ardilla y la rosa (1981), en el que rememora sus años de amistad con el poeta Juan Ramón Jiménez, y el libro de memorias La pared transparente (1984). En 1991 apareció gran parte de su producción recopilada bajo el título de Poesía a través del tiempo.  

“¿Mi concepto de la poesía? Carezco en absoluto de conceptos. La vida borró los pocos de que disponía, y hasta ahora no tuve tiempo ni ganas de fabricarme otros nuevos. Por otra parte, cuando todo el mundo define y se define, causa un secreto placer mantenerse desdibujado entre los equívocos linderos de la vaguedad y la vagancia”, nos dice esta prolífica autora.

 

En México, los poetas malagueños Emilio Prados y Manuel Altolaguirre iban a resucitar de nuevo Litoral con José Moreno Villa, Juan Rejano y Francisco Giner de los Ríos. En aquel resucitado Litoral, la voz de Ernestina de Champourcín se hace oír: “Si eres mujer, no llores. Tu congoja / irrita y exaspera al que no te entiende. / ¿Qué saben ellos de ese amor oculto / que estremece tu cuerpo mal guardado, / de la enorme ternura desolada / que te invade sintiéndote desnuda?”.

 

Francisco Arias Solis
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