VIOLENCIA EN EL HOGAR POR FRANCISCO ARIAS SOLIS
VIOLENCIA EN EL HOGAR
“Soñando está con sus hijos,que sus hijos lo apuñalan: y cuando despierta mira que es cierto lo que soñaba.”Antonio Machado.
LA VIOLENCIA SE APRENDE
En España se producen diariamente más de 300 sucesos violentos en los hogares. La prensa diaria nos informa sobre la muerte de una niña de corta edad por maltrato familiar, sobre esa mujer desesperada que decidió finalizar su guerra particular arrojándose por la ventana de un décimo piso ante el asombro de sus vecinos, o esos hermanos que deciden preparar angustiosamente un final trágico a su padre después de mil y una denuncias por agresiones.Desde que el ser humano tiene conciencia de ser, ha hecho uso de la violencia. Se ha violentado y ha violentado. Ha ejercido el poder, el control del otro a través de la fuerza física, económica y técnica. También se ha utilizado la persuasión, el control psicológico para manejar o manipular según su conveniencia a sus iguales. La violencia ha estado desde siempre en la historia de la humanidad. Pero esto no quiere decir que sea connatural al hombre, a la mujer, al niño. La violencia no es un instinto, no es un reflejo ni tampoco una conducta necesaria para la supervivencia.
La violencia se aprende. Se aprende observando cómo los padres, los hermanos mayores o los vecinos se relacionan. Se aprende viendo televisión, leyendo determinados dibujos animados o novelas. También se aprende jugando. Y este aprendizaje no ocurre solamente en las últimas décadas. Ha ocurrido siempre aunque quizá no con la virulencia con la que se presenta en estos últimos años.
No voy a enumerar aquí las cifras de homicidios y asesinatos, de abusos a menores y palizas a jóvenes en el barrio, tampoco el número de mujeres maltratadas, porque tales cifras son artificiales, mínimas y lejanas de la realidad ya que la mayor parte de los actos violentos no se denuncian.
Aunque la violencia entre las personas ha sido justificada con todo tipo de teorías y razonamientos (biológicos, psicológicos, sociales, económicos, culturales), se insiste en que todos nacemos con capacidad para la compasión, la abnegación, la generosidad, la empatía. Son los factores ambientales, junto con las características propias de cada individuo, los que configuran nuestras actitudes. Así pues, si al niño se le enseña a ser generoso, a pensar en los demás, a comprender, a respetar, a ser más tolerante, desarrollará actitudes positivas y le resultará imposible maltratar a los demás.
Estudios realizados en Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Holanda indican que la violencia es un comportamiento aprendido; el 81% de los hombres maltratadores fueron testigos o víctimas de malos tratos en su niñez.
No todos los niños reciben las atenciones básicas a las que tienen derecho, y hay que tener en cuenta que los hijos son los que dentro de unos años van a dirigir la sociedad y serán los encargados de proteger los derechos de sus padres.
Aunque están suficientemente claro los derechos que tienen los niños, también hay que tener en cuenta que de poco vale tener unos derechos reconocidos mundialmente cuando, de hecho, los menores carecen de capacidad real para ejercerlos y no tienen más remedio que confiar en sus mayores, en sus educadores, y en última instancia, en las instituciones. Cuando en el núcleo familiar -y, fundamentalmente, por parte de los padres- no existe el debido respeto a los menores, una gran mayoría de los derechos del niño se verán vulnerados.
Todo lo que reciban los niños, todo lo que aprendan de nuestras actitudes ante la sociedad y de quienes les rodean, y, sobre todo, el trato que reciban, principalmente por parte de sus padres y educadores, va a perfilar su desarrollo como individuos: sus valores éticos y morales, su autonomía personal, su capacidad para relacionarse con sus semejantes, su facilidad para afrontar y resolver las situaciones que irán encontrando en las diferentes etapas de su vida.
No basta con desear o creer que se ama a un hijo. Lo fundamental es hacerlo de forma que éste tenga efectivamente la sensación de ser querido, de ser comprendido, de que él es importante. Es decir, hay que dedicarle tiempo y preocuparse por conocerlo, descubrirlo, atenderlo y respetarlo.
Así pues, resulta esencial para prevenir comportamientos violentos o agresivos durante la juventud o la madurez tratar a los niños con paciencia y serenidad, sin imponerles actitudes de manera excesivamente autoritaria, con cariño y respeto. Y como dijo el poeta Miguel Hernández, en las “Nanas de la cebolla”, dedicadas a su hijo: “Vuela niño en la doble / luna del pecho: / él, triste de cebolla, / tú, satisfecho. / No te derrumbes. / No sepas lo que pasa / ni lo que ocurre.”
Francisco Arias Solise-mail: aarias@arrakis.es
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La violencia siempre ha sido reaccionaria.
Aviso: Se ruega a los internautas que pongan en sus páginas el logotipo o banner de Internautas por la Paz y la Libertad que figura en la URL:
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